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Financiamiento de la Educación: ¿imposibilidad o apuesta al desarrollo?

Financiamiento de la Educación: ¿imposibilidad o apuesta al desarrollo?

FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN:

¿IMPOSIBILIDAD O APUESTA AL DESARROLLO?

 

“Dime qué eliges y te diré quién eres y qué piensas”; la vida se presenta muchas veces como un juego de decisiones frente a diferentes opciones que nos llevan a revelar cuáles son nuestras prioridades.  Dicha comparación y juicio sirve para el tema del financiamiento de la educación en El Salvador… es cuestión de elección, de pensamiento, de apuesta y de cambio cultural.  En el presente artículo tocaré el tema del financiamiento de la educación como un problema de elección y reto cultural y económico amparado en documentos de derecho y acuerdos internacionales de mucha importancia.

La Cumbre Iberoamericana en Mar de Plata (Argentina) “Metas Educativas 2021: la educación que queremos para la generación de los bicentenarios” establece con toda la claridad, en la meta general 10, “invertir más e invertir mejor”; “aumentar el esfuerzo económico de cada país para el logro de las metas educativas 2021” y se ha llegado a definir un 6% u 8% del PIB nacional de inversión en educación como “lo necesario”.  Y es que dicha meta aplaudida y firmada como compromiso a cumplir al año 2021 no es fortuita: el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que “toda persona tiene derecho a la educación; que la educación debe ser gratuita, al menos en la educación elemental y fundamental y que incluso los estudios superiores en cuanto al acceso deberá ser igual para todos”.  Es decir, se trata de un derecho inherente a las personas humanas y que los Estados tienen la obligación de garantizar (artículo 53 de la Constitución de la República de El Salvador: “es obligación y finalidad primordial del Estado su conservación, fomento y difusión –la educación-”)

Nuestra educación está financiada por el 2.8% del PIB nacional (año 2009)[1] y aunque tiene la promesa de llegar a un 5.5% en el año 2015 según el IV Encuentro de Vicepresidentes de la región Centroamericana y El Caribe realizada en febrero 2011[2], deja serias dudas de poder alcanzarlo en tan poco tiempo.  De hecho el comportamiento acumulado de la inversión en educación se ha mantenido en el mismo puesto en los últimos 4 años (entre un 2.7% y un 3% del PIB y no necesariamente en forma de crecimiento).

El gran dilema es la priorización del destino de los fondos estatales (de destino del dinero de nuestros impuestos al fin y al cabo): paquetes escolares, alimentación y salarios, o mejoramiento a la calidad de la educación de una manera definida y valiente.  La solución del dilema se ha amparado en el apoyo de la ayuda internacional por medio de proyectos o préstamos en todo aquello que “no alcanza” desde las opciones políticas del presupuesto nacional.

Personalmente creo que sigue siendo un tema de elección sabia.  Y para ello un ejemplo: cuando un estudiante de sexto grado de la Escuela Montegrande elige ahorrar todo lo que le dan para comprar en la tiendita de la escuela con la intención de comprarse una calculadora, está haciendo un razonamiento importante: le apuesta a lo que le permitirá estudiar de mejor manera y progresar a alta velocidad en comparación con otros de sus compañeros.  Y su decisión no significa que no necesite ese dinero para aplacar su hambre y que por lo tanto sea pobre como todos sus compañeros del cantón.  ¿Cuál fue su dilema?: o consumo “churritos” todos los días o tengo mi calculadora con funciones especiales.  Visión a corto plazo o visión a mediano/largo plazo.  ¿Cuál es el dilema nacional?  O le apuesto los fondos estatales al corto plazo o al largo plazo.  Mi opinión es que se ha buscado la apuesta al largo plazo dependiente, en mucho, de la ayuda internacional.  Y yo me pregunto: ¿qué dará mejores efectos a largo plazo?

Por eso también es una cuestión cultural, porque si nuestro enfoque es una cultura consumista, de simple gasto de remesas y no de inversión, veremos siempre bien que “se gaste” el presupuesto y no que “se invierta”.  Si nos quejamos de un país en el que la apuesta productiva lleva ya algunos años sin madurar en líneas fuertes de diferencia competitiva frente al mercado internacional, no podemos esperar el progreso con fondos bajos para la educación y menos con fondos mal direccionados.  Porque lo obvio no se explica, pero es bueno afirmarlo: de nada sirve aumentar el presupuesto si se focaliza mal, si no se apuesta a la productividad del país de manera inteligente, a formar a nuestros niños y niñas en la creatividad, en el trabajo en equipo, en aprendizajes integradores, en el saber científico y cultural, en la tecnología de punta y principalmente en la calidad de lo educativo, de lo pedagógico.  Y lo repito con otro ejemplo, no es un nuevo “APREMAT” lo que hace falta, es un “APREMAT” con fondos del Presupuesto Nacional, dejando posiblemente de “comprar en la tienda de la escuelita”, de los centros comerciales, de lo banal o necesario pero sacrificable (no de lo básico e importante y digno para vivir) para ahorrar e invertir en lo que creará diferencia humana en primer lugar, pero también técnica y competitiva.  Y ello en un acuerdo de país que consolide personas integrales con mejores competencias y aumente nuestra productividad.

Tal apuesta significará sin duda sacrificio de algunas cosas, el forjar la voluntad también y el apostarle a una sociedad más solidaria, que lleve adelante el principio de subsidiariedad y participación.  En fin una sociedad más convencida de lo que quiere como nación, de sus objetivos y metas y de la identificación con dichas metas en común.  Y los valores necesarios para ello abundan en El Salvador, más de lo que creemos nosotros mismos.  Es necesario, en fin, replantearse los motivos y hacer mejores decisiones y apuestas como nación a largo plazo.

 



[1] . Datos dados por el MINED y publicado por la Prensa Gráfica el 20 de enero de 2010, art. Escrito por Fernando Romero

[2] . Tomado de NOTICIAS de la página web del Ministerio de Educación de El Salvador.

2 comentarios

Rolando Balmore Pacheco -

Sin lugar a dudas el tema del financiamiento de la educación es clave en la concreción de lo que "lo legal" y las políticas públicas pretenden. Me parece novedoso el tratamiento que hace del tema financiero con lo "cultural".

Efectivamente, no solo se trata de invertir más, sino saber invertitir.

Interesante tema.

Karla Celina Rivera -

Hola Alfonso, felicidades por el artículo, este es un tema trascendental y que implica una apuesta al desarrollo ya que a nivel personal (oportunidades laborales y de desarrollo personal) y como país (desarrollo) los beneficios de la educación son mayores que los de la inversión.
Me parece que incrementar el financiamiento a la educación no es una imposibilidad y como bien lo ha propuesto en el artículo, es una opción que ha de ser prioritaria, ya que de nada servirá incrementar el porcentaje de PIB a la educación sino se invierte con eficacia.